Contado por Maria
Un viernes por la noche, al salir de mi trabajo, me encontré a Rafael haciendo señas extrañas hacia el otro lado de la calle. Como sentía que se acercaba el momento en que me pediría matrimonio y no quería que se sintiera presionado, decidí ignorarlo como había ignorado su comportamiento más raro que de costumbre durante todo el día. “Algo estará planeando”, pensé, pero ni me imaginaba lo que estaba a punto de pasar. Mejor dicho, no me imaginaba todo lo que ya había pasado y nos había llevado a los dos a ese preciso momento en ese preciso lugar. Rafael me pidió que me bajara de la bici y cruzara la calle con él, cuando le pregunté qué pasaba me dijo que quería presentarme a un amigo.
Lo siguiente que supe fue que Carlos Vives estaba ahí en el andén frente a nosotros, me saludó e intentó ponerme conversación pero mi cerebro estaba en blanco. Antes de que pudiera procesar lo que veía, Carlos Vives empezó a cantarnos “Volví a Nacer” mientras grababa todo lo que estaba pasando. Al final de la canción Rafael se arrodilló y me dijo “Chinita, ¿nos casamos?”, fue el momento más romántico y especial de mi vida. Estaba tan emocionada que ni siquiera le dije que sí. Aunque no hacía falta, él sabía que nada me haría más feliz que ser su esposa.
Contado por Rafael
La idea la tenía en la cabeza desde que volvimos a vivir a Bogotá en 2013 y Maria quedó vecina de Gaira, volviéndose cada día más fan de Carlos Vives al ser testigo de sus interminables ensayos diarios. Siempre pensé hacerlo en el restaurante una noche que él hiciera unas de sus presentaciones sorpresa, y que cuando cantara “Volví a nacer” se bajara del escenario y me ayudara a preguntarle a ella que si quería casarse conmigo. O hacerlo oficial, mejor. Mi idea cambió a principios de septiembre de 2014 cuando volvía de almorzar con ella y vi a Carlos Vives afuera de Gaira. Al ver que él estaba en la zona en horario laboral se me ocurrió que podíamos ir y darle una serenata a Maria en su oficina, y así no sospecharía nada. Sería toda una sorpresa para ella, más privado y personal.
De ahí en adelante fueron casi dos meses de labores de inteligencia para concretar a Carlos. Me hice amigo de Fabián, uno de los hosts de Gaira, quien tenía como misión avisarme cuando lo viera en el restaurante para poder contarle mi idea. Pasaba el tiempo y el encuentro nunca se daba, hasta que un día sobre las 3PM volviendo de hacer una vuelta en la bici tomé un callejón peatonal, y en lugar de doblar a la izquierda e ir a mi oficina (que es a dos cuadras) algo dentro de mí me dijo “doblemos a la derecha, que tal que nos encontremos a Vives ahí”. Lo hice y… ahí estaba, caminando por el andén. Le conté mi idea de la serenata y me dijo que sí, que lo buscara la semana siguiente que iba a estar ensayando con sus músicos.
Dicho encuentro nunca se dio y el tiempo apremiaba. La empresa de Maria se iba de esa sede a fin de mes, por lo que que yo empecé a rondar Gaira varias veces al día, me convertí en un stalker. Si no lograba concretar todo antes del trasteo tendría que buscarme otra idea para pedirle la mano. La última semana cambié de estrategia y hablé con Guillermo, hermano de Carlos, quien me dijo que estaba en Chile y probablemente volvería el jueves, un día antes del trasteo. Ese día tampoco apareció, mi ansiedad iba en aumento. El viernes supe, gracias a Maria, que había actividad en Gaira. Sobre las 11AM de nuevo una voz interna me hizo parar de mi puesto y salir corriendo a Gaira. Hablé con la señora que vende dulces en la esquina (paso obligado para él) para que me avisara cuando lo viera, y le expliqué que esa era mi última oportunidad de hacerlo como lo había planeado. Me estaba despidiendo de ella cuando me dijo: “no hace falta que lo llame, ahí viene”. Lo saludé, me reconoció, le conté la situación y me dijo que lo buscara a las 5PM.
Desde ese momento un torrente de adrenalina se apoderó de mí. No me podía concentrar en el trabajo, me sudaban las manos y activé “el operativo”, el cual consistía en asignarle a una compañera de trabajo de Maria su misión: “sobre las 5PM te llamo, tu bajas, me abres la puerta y entramos unas 4 o 5 personas”. No le di más detalles, luego supimos que ella se imaginó que iba a aparecerme con unos mariachis o un trío. La otra parte del operativo fue pedirle a unos compañeros de mi trabajo que se encargaran de la filmación del evento. Sobre las 4:30PM me fui a montarle guardia a Carlos para asegurarme de que no se fuera a ir más temprano. Le dije a Maria que estaba en una reunión pero en realidad estuve escondido durante horas detrás de unos arbustos para que ella no me fuera a ver por la ventana. Hacía todo lo posible por saber dónde estaba el man, mientras alternaba mi guardia entre la puerta de la oficina de Gaira y la de servicio del restaurante, al tiempo que por whatsapp Fabián me ayudaba a buscarlo. Tiempo después me confirmó que sí estaba en el restaurante, pero que estaba en una reunión y no había forma de acercarme.
El tiempo pasó y Maria ya tenía que irse, incluso ya había empacado su trasteo y ni computador tenía. Logré convencerla de que nos fuéramos juntos a las 7PM. Seguí insistiendo en vano para poder hablar con Carlos, hasta que el tiempo se agotó, hasta mis colaboradores para “el operativo” se habían ido para sus casas. Me resigné y pensé “esto ya no fue, tendré que pensar en otro plan”. Me devolví a mi oficina, recogí mis cosas y me fui en la bicicleta. La llamé para avisarle que iba en camino y paré en la puerta su trabajo a esperar a que ella saliera. En ese momento volteé a mirar al frente y para mi sorpresa ahí estaba Carlos, justo en la puerta en la que le había estado montando guardia durante todo el día.
Me acerqué y me dijo “qué pena, tuve una reunión que se extendió, pero aquí estoy firme, tú me dices qué hay que hacer y lo hacemos”. Le expliqué que ya no había nada que hacer, que ya se había hecho el trasteo, “de hecho, en cualquier momento se abre esa puerta y sale ella”, le dije. Habiendo dicho eso se me encendió el bombillo y le dije: “¿y si lo hacemos ya?”. Me dijo que claro, que le avisara al celador apenas ella saliera y le cantábamos ahí mismo. No pasaron 30 segundos desde que se cerró la puerta de Gaira cuando se abrió la del garaje del frente y vi a Maria subiendo la rampa en su bicicleta. Infructuosamente le hice señas al celador para que llamara a Carlos, pero se hizo el que no entendió y Maria se dio cuenta. Cuando me preguntó que a quien le hacía señas intenté hacerme el loco (de nuevo, sin éxito) y entonces le dije que se bajara de la bici y que fuéramos a esa puerta al frente, que le iba a presentar un amigo.
Después de lo que tuvo que ser el minuto más largo de mi vida, Carlos Vives estaba ahí, haciendo de “wingman“, tratando de poner temas de conversación. Él sabía que necesitaba distraerla a ella para que yo sacara la cámara y el anillo de la maleta de mi bicicleta. Una vez vio la cámara me la quitó de las manos y nos tomó una foto, luego preguntó que cómo se grababa video, y el resto, a continuación:
Video
Videógrafo, productor, cantante y cómplice: Carlos Alberto Vives.
Fuimos noticia
El 28 de octubre El Tiempo nos pidió nuestra autorización para publicar el video en su página junto con la historia de nuestro compromiso, fueron nuestros quince minutos de fama.
Carlos Vives, celestino en propuesta de matrimonio.
La Contrapropuesta
Contado por Maria
A comienzos del año se me metió una idea a la cabeza: tenía que pedirle a Rafael que se casara conmigo. Sí, él ya había hecho “la pregunta” y de la forma más espectacular posible. Pero yo no podía quedarme atrás, quería devolverle el detalle, hacerlo sentir tan especial como me hizo sentir él a mí, demostrarle que yo también puedo ser romántica y detallista, ¡ante todo la igualdad!
Así que cuando a finales de febrero fuimos a donde la prima de Rafael a encargar nuestras argollas de matrimonio supe que era mi oportunidad para sorprenderlo. La llamé a escondidas y le dije que cuando estuvieran listas las argollas me avisara a mí, no a él, porque quería darle una sorpresa. Un par de semanas después las argollas ya estaban en mis manos, pero con un viaje a Buga por delante y todavía sin ideas concretas para mi “contrapedida de mano”, tuve que esconderlas en el closet y aplazar el asunto otra semana.
En este punto sólo estaba segura de una cosa: quería que la familia de Rafael fuera parte de mis planes. Lo primero que hice fue contarle a Caro, su sobrina: “le voy a pedir matrimonio a tu tío! :D”, ella se emocionó muchísimo y empezamos una lluvia de ideas de la que finalmente saldría mi contrapropuesta. Luego se me ocurrió pedirle a Marialú, su otra sobrina, y a sus compañeras de Stylish Cupcake Bakery que me hicieran unos cupcakes con un mensaje muy sencillo: “Chinito ¿nos casamos?”, que fueron las palabras que él usó cuando me pidió matrimonio a mí.
La siguiente idea me la dio Rafael sin siquiera darse cuenta. Mientras yo estaba en Buga me envió una foto de un poema de su tío abuelo Nicolás. “Quéreme Chinita, como yo te quero”, comienza el poema, y yo ya lo conocía porque lo había oído cuando declamaba poesía en el colegio La Enseñanza (ufff, hace años). Seguí leyendo y me di cuenta de que el mensaje del poema era perfecto para pedir la mano, además de que nuestros apodos de cariño son “Chinito” y “Chinita”, ¡ni mandado a hacer! Esa noche no podía dormir pensando en el momento de la contrapropuesta, mis respetos a los hombres, esto es más difícil de lo que uno se imagina. Prendí la luz de mi escritorio y transcribí todo el poema, haciendo los cambios que consideré necesarios:
Queréme
¡Queréme chinito
como yo te quero….
No sias remilgado, no sias tan esquivo,
puñao de virtudes, piacito de cielo!…
Decíme una cosa: ¿Por qué te desgustas
cuando yo a tu laíto me asiento;
por qué no dejarme que pase la tarde
viéndome en las niñas de tus ojos negros;
por qué ponés trompas y ti haces el bravo
si pu entre tu pelo yo eslizo mis deos?…
¡Dejáme quererte, dejáme que goce
queriéndote hartico, paloma, lucero!
Mirá chino lindo, pa ti, pa ti mero
yo tengo un ranchito que lu hice yo mesma,
pa que allí soliticos vivamos
cuando nos casemos.
Yo no soy tan probe: tengo mi ranchito,
mi sementerita del pie del barbecho,
mi burra mosqueta, mi vaca parida,
mi yunta de gatos, mi cría de corderos
y mis cuatro maticas de trigo
bien sembráas en la falda del cerro.
Decíle a tu mama
que mañana mesmo
le traigo mi bici, pa ver si así puede
montar doña Aurita pa dir hastel pueblo,
y que no se ajane porque yo mesmita
le llevo el cabresto;
y los dos, llevando la señora Aurita
pa llegar más pronto vamos pu el deshecho,
y an del señor cura
nos vamos corriendo
pa hablarle del caso que tanto me ajana,
lo del casamiento.
A mi amo curita los dos le decimos
cuánto nos queremos;
yo le pago una misa solene
con repiques y cantos y inciensio
pa que ante la Virgen con je nos bendiga,
pa que bien casaditos quedemos
y podás vos quererme, chinito,
como yo te quero.
¡Trocito de gloria, botoncito de oro,
piacito de cielo,
cuando sias mi marido tua la vida,
cuando ya sin pecado me des besos,
abrazáme, besáme, chinito,
tiráme del pelo,
reyíte con gusto, tantía con tu mano
cómo brinca el amor en mi pecho
y no sias remilgado ni esquivo,
claror de los cielos,
sol de los venados,lluvia de verano,
rocío mañanero!…
Reyíte, mostráme tus dientes que paecen
piacitos de queso:
abrillá tus ojos
como dos luceros,
dejá que se escurran
por tu frente mechones de pelo
y decíme palabras bonitas,
hacéme cariños y dame hartos besos,
y queréme, queréme chinito
como yo te quero.
Nicolás Bayona Posada.
En los siguientes días me dediqué a aprenderme de memoria el poema y a recitarlo en voz alta cada vez que tenía la oportunidad. Al regresar a Bogotá le dije a Rafael que invitáramos a su familia a tomarse un “casual” chocolate en nuestro apartamento ese sábado.
Llegó el día y yo era más nervios que persona, de los seis invitados que tenía sólo dos conocían mi plan: Luchita, una de las hermanas de Rafael, y Marialú que llegó con unos cupcakes hermosos que yo corrí a esconder en la cocina. Jugamos dominó 9 lo cual es una gran tradición de la familia y yo obviamente no daba pie con bola, al final de la partida quedé de penúltima con 182 puntos. Mientras jugábamos le escribía a Marialú por whatsapp para contarle el plan siniestro: te dejo la cámara a la mano, cuando puedas agárrala y quédate con ella, y apenas yo diga “voy a decir unas palabras” la prendes y arrancas a tomar fotos. Acabamos de jugar y empezaba un partido Millonarios – Santa Fe, yo soy una mujer sensata y sabía que no podía interponerme entre Rafael, su papá y ese partido, así que decidí que apenas se acabara el primer tiempo era mi momento de la verdad.
Le dije las palabras clave a Marialú y con la voz súper temblorosa empecé a declamar el poema. Él estaba sorprendido porque prácticamente de un día para otro me había aprendido semejante retahíla. Sus papás recitaban en voz baja los pedazos que recordaban y se reían con los cambios que yo le había hecho. Algunos de los presentes tenían(mos) los ojos aguados pero hasta ese punto nadie entendía que se trataba de una propuesta de matrimonio. Yo tenía preparado un pequeño discurso pero Rafael no me estaba dejando hablar, por lo tanto, entre interrupciones, esto fue más o menos lo que pude decirle:
Chinito, todo esto era para decirte que te quiero. Que estoy muy feliz porque en pocos meses vamos a empezar una nueva etapa de nuestra vida juntos. Que un día de octubre me hiciste sentir la mujer más amada del mundo y hoy, aunque no te traje a Carlos Vives, yo quiero devolverte ese gesto. Así que…
Chinito ¿nos casamos?
Me dijo que sí ¡afortunadamente!, le entregué su argolla y todos lo celebramos con unos ricos cupcakes de vainilla y chips de chocolate 🙂